LAS TEMPERATURAS ESTÁN SUBIENDO otra vez. En la primera fábrica de procesamiento de anacardos dirigida por mujeres en Pooneryn, 20 mujeres usan mascarillas, redecillas para el cabello y delantales sobre su ropa mientras clasifican, pelan, secan y envasan los anacardos. En la Provincia del Norte de Sri Lanka, la cual está afectada por la guerra, Vanni Cashew emplea a mujeres con discapacidad o de hogares dirigidos por mujeres. Las mujeres usan tres pares de guantes, uno encima del otro, para proteger sus manos del líquido de la cáscara del anacardo, una sustancia de color marrón rojizo que, similar a la hiedra venenosa, causa irritación y descamación de la piel. Las puertas y ventanas están selladas o tienen mosquiteros para evitar que el aire húmedo de la costa afecte la textura del anacardo y para mantener el producto libre de insectos y gérmenes. Para mantener la certificación, las mujeres no se desvían de estas condiciones. Soportan el calor durante casi siete horas al día y solo se quitan los guantes durante la pausa del almuerzo y, a veces, cuando hacen una pausa para tomar el té.
El calor pronto podría empezar a afectar los rendimientos de Vanni Cashew. Los ventiladores industriales y el aire acondicionado son demasiado caros, y un solo ventilador con aspas de plástico proporciona poco respiro durante los meses más calientes, cuando la temperatura atmosférica supera habitualmente los 30 grados centígrados. Al menos dos empleadas, incapaces de soportar el calor sofocante, han cambiado al trabajo administrativo o buscado otro trabajo. "El año pasado, hacía tanto calor que las mujeres tuvieron que tomarse una licencia de tres o cuatro días hasta que las temperaturas volvieron a ser soportables", dijo la gerenta, Francis Jasmine Jemilla. También mencionó que las mujeres pudieron recuperar el tiempo perdido con horarios flexibles. "Las trabajadoras, que también tienen responsabilidades en casa, no tienen más opción que dejar de trabajar si sufren de exposición al calor o si una enfermedad relacionada con el calor afecta a un miembro de la familia. El año pasado, una erupción por calor se extendió por toda mi mano", me comentó Jemilla. Cuando esto ocurre, las mujeres deben dejar de trabajar otra vez. "Solía pensar en el sol como un amigo", dijo Jemilla. "Pero ahora no estoy tan segura".
Según la Organización Meteorológica Mundial, 2024 fue el año más caliente registrado, y las temperaturas no harán más que aumentar. En Sri Lanka, el calor extremo del año pasado provocó titulares como "Dentro de un horno" y obligó a las escuelas a suspender las actividades deportivas al aire libre.
A R Warnasooriya, directora de estudios sobre el cambio climático en el Departamento de Meteorología de Sri Lanka, dijo que, si bien el país no experimenta olas de calor, las regiones llanas y la zona seca –que incluyen las llanuras del norte, centro-norte, este y sureste– son propensas al calor extremo. Las 24 estaciones meteorológicas que recopilan datos meteorológicos en todo el país cada tres horas, añadió, generalmente registran temperaturas elevadas en los meses de marzo y abril.
En mayo del año pasado, se reportaron al menos siete personas muertas debido al calor extremo en la Provincia del Norte. Para finales de este siglo, se proyecta que el norte de Sri Lanka experimentará temperaturas de bulbo húmedo cercanas a los 35 grados centígrados, un punto peligroso más allá del cual el cuerpo humano no puede enfriarse por sí mismo. Sin embargo, pocas investigaciones o cobertura de los medios han analizado las experiencias vividas por lxs trabajadorxs, en particular las mujeres, que soportan la peor parte del calor en estas áreas.
A solo 22 kilómetros al suroeste de Vanni Cashew, frente a la costa de Valaipadu, las mujeres cultivan algas marinas para exportar a India. Pertenecen a una de las muchas comunidades costeras de la Provincia del Norte –incluidas las de Kilinochchi, Mannar, Jaffna y Mullaitivu– que participan en esta industria global de rápido crecimiento. Las algas son un consumible que captura carbono, pueden ser usadas en la industria farmacéutica y se utilizan como alimento para animales; además no requieren ningún fertilizante para su cultivo.
En Valaipadu, el cultivo de algas marinas en aguas poco profundas ha atraído tanto a mujeres casadas como a viudas de guerra de la aldea costera cercana. Según el Centro para el Desarrollo de las Mujeres en Jaffna, los 26 años de guerra civil de Sri Lanka dejaron a la Provincia del Norte –donde ocurrieron la mayoría de los combates– con aproximadamente 55 000 hogares dirigidos por mujeres y 46 000 viudas de guerra. Muchxs todavía se están recuperando de los costos económicos y psicológicos de la guerra. "Después de Mullivaikal, solo la mitad de lxs residentes regresó", dijo la agricultora de algas Maria Prashanthani, refiriéndose a una brutal ofensiva al final de la guerra en 2009, cuando más de 40 000 civiles fueron asesinadxs en solo cinco meses.
La acuicultura de algas marinas, reputada por su papel en el empoderamiento de las mujeres, ha ofrecido a muchas personas en la zona la oportunidad de reconstruir sus vidas, al menos financieramente. "La mayoría de las mujeres de esta aldea son pobres, por lo que los ingresos del cultivo de algas marinas fueron una bendición", dijo Amala Junastina, quien ha cultivado algas marinas desde que terminó sus estudios en 2013. Prashanthani ha ahorrado lo suficiente para comprar una motocicleta en cinco años de trabajo. Ambas mujeres han utilizado sus ganancias para educar y mantener a sus hijxs, lo cual es una forma de reinversión típica de las mujeres con empleo, según estudios de países como México y China.
Sin embargo, en febrero pasado, el aumento de la temperatura marina destruyó alrededor del 80 por ciento de la cosecha de algas. "En 2023, exportamos 174 000 toneladas métricas de algas secas a India", dijo Prashanthani. "Pero en 2024, nuestra cosecha fue mucho menor". Las algas en crecimiento se cuelgan en cuerdas, o "monolíneas", suspendidas de botellas de plástico flotantes y rodeadas por redes para mantener alejados a los peces. Antes se cultivaba cerca de la orilla, lo que hacía que la plantación, el mantenimiento y la cosecha fueran convenientes. Pero a medida que aumentaba la temperatura, las agricultoras fueron obligadas a trasladar sus líneas a aguas más frías y profundas más alejadas para reducir el riesgo de algas quemadas y de una enfermedad llamada epifitismo. Cuando las agricultoras notan cambios de color característicos del epifitismo, retiran líneas enteras de algas que ya no pueden cosechar y dejan las cuerdas para que se sequen. "De lo contrario", dijo Junastina, "una línea toca a otra y todo se infecta".
Junastina dijo que el calor extremo también puede causar fiebre, dolores de cabeza, agotamiento corporal y desmayos. Recordó que una cultivadora de algas se desmayó y cayó al agua. Como las mujeres no siempre se sienten seguras estando solas en las aguas profundas, ahora nadan hasta las plantaciones en grupos de tres o cuatro. Pero no todas las mujeres saben nadar en aguas profundas, dijo Prashanthani. También mencionó que el aumento de la temperatura ha empujado a muchas mujeres a abandonar el negocio.
El calor marino se ve agravado por otros fenómenos –vientos fuertes, inundaciones y lluvias cortas e intensas– relacionados con la crisis climática. Cuando sopla un viento fuerte, las monolíneas pueden enredarse. "Traemos las líneas a la orilla, las desenredamos, las limpiamos, las sujetamos a las botellas... ¿Sabes cuánto tiempo lleva eso?", preguntó Junastina. "Y después de hacer todo eso, habrá otro viento, más lluvias o calor extremo. ¿Cuántas veces puede una persona aguantar una pérdida así? Por eso tantas mujeres aquí están deprimidas”.
Prashanthani describió cómo las inundaciones del pasado mes de enero se llevaron todas sus semillas y cientos de líneas de algas. Tomó más de un mes para que las mujeres finalmente recogieran suficientes plántulas para comenzar a cultivar nuevamente. El año pasado había entre 300 y 400 mujeres que producían algas marinas en la zona, dijo Prashanthani, pero ahora son menos de 100. "Cuando sufrimos pérdidas, las mujeres no solo pierden recursos, sino también motivación".
La suma de vulnerabilidades climáticas también afecta la industria del anacardo. Las pérdidas provocadas por el clima durante la última década han obligado a Sri Lanka a comenzar a importar anacardos. Según Jemilla, la gerenta de la fábrica, hace cinco años los anacardos se cosechaban y vendían en abril, pero ahora eso se ha trasladado a mayo. La producción consiste en obtener anacardos de lxs agricultorxs, dijo Jemilla, después de lo cual la "nuez" se separa de la manzana del anacardo y se pela. Las lluvias e inundaciones pueden dañar las nueces con facilidad, ya que pueden causar el crecimiento de hongos e interrumpir el secado. Vanni Cashew trabaja directamente con 200 agricultorxs de anacardos, e indirectamente con 750 agricultorxs de Kilinochchi, Mullaitivu, Mannar, Vavuniya y Jaffna. Si los anacardos no cumplen con los criterios de inspección específicos –por ejemplo, si tienen un peso inferior o están descoloridos– no se compran. " Es un momento duro para lxs agricultorxs ", dijo Jemilla. "Pasan meses cultivando anacardos, solo para descubrir que no pueden venderlos".
Si bien algunxs agricultorxs reciben ayuda del gobierno por las malas cosechas durante las inundaciones, esto no se aplica en el caso de las cultivadoras de algas marinas, ya que no se les considera oficialmente 'agricultoras', dijo Prashanthani. A pesar del claro potencial emancipador de la acuicultura de algas, las mujeres de la industria se enfrentan a graves obstáculos regulatorios y burocráticos. Cuando los cultivos fallan, por ejemplo, les resulta difícil obtener las semillas necesarias para volver a cultivar sus algas. "Lxs prestamistas nos envían de un lugar a otro para obtener firmas", dijo Junastina, describiendo el proceso de obtener préstamos para cubrir el costo de las plántulas, las redes y otros insumos esenciales como casi imposible.
"Ganamos dólares para el país, ¿verdad?" dijo Prashanthani. "¿Por qué no podemos tener el mismo respeto y trato que los agricultores hombres?"
Las barreras para el empleo formal de las mujeres en el norte, como las mencionadas por Prashanthani y Junastina, son altas. En 2023, Sri Lanka estuvo en el puesto 14 de brecha de género más grande del mundo en la participación en la fuerza laboral. En el norte, esa brecha es incluso mayor que en el resto del país. La participación laboral femenina en la Provincia del Norte fue de solo alrededor del 25 por ciento en 2023, mucho más baja que la tasa nacional del 31 por ciento. Es probable que las pérdidas de ingresos relacionadas con el calor agraven las disparidades de género y geográficas preexistentes. De hecho, el impacto del calor extremo suele ir más allá de los datos recogidos en las estadísticas oficiales.
EN ILLUPPAIKADAVAI, en la costa norte de Sri Lanka, Mahadevi se quejó de que toda su familia estuvo “afiebrada” en marzo de 2024. "Nos dolía la garganta y no podíamos hablar debido a la flema", mencionó. Mahadevi, esposa de un granjero, dijo que estuvo incapacitada durante más tiempo que los demás, incapaz de realizar su trabajo doméstico habitual. Algunas casas tamiles de la región están diseñadas para mitigar el calor: techos inclinados, interiores con sombra, patios internos y, como la casa de Mahadevi, un thinnai, o veranda. Aun así, el calor de las estufas de leña deja las cocinas muy calientes. Un estudio reciente realizado por el Centro de Resiliencia Climática del Consejo Atlántico encontró que el calor extremo aumenta el tiempo que las mujeres deben trabajar para realizar los mismos volúmenes de trabajo pagado y no pagado. Como el cuidado de los miembros de la familia afectados por enfermedades relacionadas con el calor es a menudo un deber de la mujer, el calor impone una doble carga a las mujeres y aumenta la pobreza de tiempo, reduciendo el tiempo que las mujeres tienen para el ocio, el trabajo pagado o su propio cuidado.
Las mujeres son menos propensas a ir al hospital que los hombres cuando presentan síntomas, confirmó C.S. Jamunanantha, médico y subdirector del Hospital Universitario de Jaffna. Como deben atender a los niños y a las obligaciones familiares, por lo general llegan para recibir tratamiento solo en las etapas más avanzadas de la enfermedad. Aunque reconoció que la crisis climática ha exacerbado la incidencia del dengue, las enfermedades respiratorias y la enfermedad renal crónica, Jamunanantha advirtió contra el "pánico" por las olas de calor.
A pesar de los informes de los medios de que siete personas murieron durante las olas de calor en Jaffna el año pasado, Jamunanantha, después de examinar los registros, dijo que estos informes eran "un error". Inoka Suraweera, funcionaria del Ministerio de Salud de Sri Lanka, dijo que "atribuir la muerte al calor no es sencillo", y señaló que el "calor" rara vez aparece en un certificado de defunción o registro médico como causa de muerte. Esto hace que la mortalidad relacionada con el calor sea particularmente difícil de cuantificar.
Suraweera, quien está ayudando a Sri Lanka a diseñar un plan de acción sanitario frente al calor como una actividad bajo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, señaló que los calambres, las erupciones, el síncope por calor (mareos o desmayos) y el golpe de calor podrían ser causados por la exposición al calor extremo. Las mujeres son fisiológicamente más vulnerables al calor extremo que los hombres, añadió, y las mujeres embarazadas corren aún más riesgo. Suraweera, quien también es médica comunitaria consultora especializada en salud ambiental y ocupacional, dijo que las mujeres que trabajan al aire libre sin instalaciones sanitarias adecuadas podrían no beber agua para evitar orinar. Esto, señaló, puede aumentar la deshidratación y las complicaciones relacionadas con el calor. Algunas investigaciones también han mirado más allá de los síntomas fisiológicos para mostrar cómo el calor extremo puede afectar la salud psicológica, aumentando la irritabilidad, la agresión y la depresión.
En los últimos años, el Departamento de Meteorología, en consulta con el Ministerio de Salud, ha comenzado a emitir avisos utilizando un índice de calor, que combina medidas de temperatura del aire y humedad relativa para indicar cómo se siente o se percibe el calor predominante. El gobierno también puede llevar a cabo campañas de concienciación en la televisión y la radio, dijo Suraweera, subrayando que también es fundamental que lxs empleadxs y lxs empleadorxs sean responsables. La preparación del plan de acción sanitario frente al calor, que se vio interrumpida por el Covid-19, puede tardar uno o dos años más en completarse. Mientras tanto, dijo Suraweera, es fundamental entrenar al personal para que dé primeros auxilios y reconozca los primeros síntomas de las enfermedades relacionadas con el calor. También aconseja a lxs empleadorxs que proporcionen a lxs trabajadorxs equipo de protección, instalaciones sanitarias, opciones de hidratación y acceso al agua para baños corporales o para rociar sobre el cuerpo. "La gente podría pensar que se trata de cosas pequeñas", dijo, "pero estos detalles pueden salvar vidas".
Si bien los estudios sobre el impacto en la salud del calor extremo están en constante evolución, la semántica de la calefacción y la refrigeración es un elemento central de la cultura tamil. La poesía tamil de la era Sangam evoca el palai, un ambiente desértico y caliente, para representar la separación y el sufrimiento mental. Se cree que los alimentos calientan o enfrían el cuerpo al consumirlos, y se considera que los cuerpos femeninos generan calor durante la menstruación. Y aunque el pensamiento sobre el calor está incrustado en los modismos y proverbios tamiles, en la arquitectura tradicional, en la poesía, en las ideas sobre los cuerpos y la comida, las mujeres del sur de Asia y sus experiencias con el calor rara vez se centran en estudios empíricos.
En su ensayo "Lo que no se debe llevar", Bharat Venkat, director del Laboratorio de Calor de la Universidad de California en Los Ángeles, rastrea el estudio del aislamiento térmico de la ropa hasta los investigadores térmicos que intentaron proteger a los soldados estadounidenses del golpe de calor y la congelación durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el traje de negocios –no las pantimedias de mujer y ciertamente no el sari– el que se convirtió en la unidad para medir el aislamiento térmico, incluso si el traje representaba a un pequeño segmento (hombre blanco con trabajo de oficina) de la población estadounidense.
Hace poco tiempo que los estudios sobre el calor han comenzado a tener en cuenta sus interacciones con la contaminación del aire y la humedad, dos fenómenos que caracterizan la vida en muchos países tropicales del Sur Global. Aunque el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF, por sus siglas en inglés) es considerado el líder mundial en predicciones meteorológicas numéricas, el Departamento de Meteorología de Sri Lanka dijo que existen limitaciones para confiar exclusivamente en los modelos del ECMWF en el contexto local. Los pronósticos del ECMWF no son fiables durante la temporada intermonzónica de Sri Lanka, dijo Warnasooriya. Y, debido a que está adaptado para países de latitudes medias, el modelo ECMWF no captura fenómenos importantes en los países ecuatoriales. Para pronosticar el clima, el Departamento de Meteorología combina diferentes modelos numéricos con imágenes satelitales, observaciones de estaciones agrométricas y meteorológicas y las características climatológicas de cada zona.
Las formas en que documentamos científicamente el calor extremo hoy en día –y nuestros intentos de adaptarnos a él– no suelen centrarse en las mujeres que lo afrontan con un sari o un niqab. No está claro, por lo tanto, si estas mujeres están realmente protegidas del calor con la ropa que suelen usar y si la normativa de Sri Lanka de que las empleadas del sector público usen un sari (los hombres pueden elegir entre vestimenta nacional o pantalones y camisa) es injusta para las mujeres en condiciones de calor extremo. Las mujeres que usan saris siempre pueden elegir colores más claros y telas que sean adecuadas para el calor, señaló Suraweera, refiriéndose a un estudio de 2016 realizado por la académica Madhavi Indraganti, quien dijo que el sari es "una prenda para todo tipo de clima" o un modo de vestir versátil y adaptable.
A este análisis de la ropa sensible al género, Suraweera agregó que las mujeres a veces están menos limitadas por las creencias culturales y las normas de género que los hombres. Las mujeres pueden usar sombreros de ala y paraguas para reducir la exposición al calor, pero los hombres podrían exponerse más al calor extremo al evitar estos accesorios por considerarlos afeminados. El consumo de alcohol –mucho más popular entre los hombres que entre las mujeres en el norte– también se asocia con un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad durante las altas temperaturas. A pesar de estas normas, es evidente para Suraweera que el calor afecta de manera desproporcionada a las mujeres.
El calor también afecta de manera desproporcionada a las personas de comunidades marginadas, especialmente cuando trabajan al aire libre y de manera informal. En la Provincia del Norte, la tasa de empleo informal es de alrededor del 75 por ciento, y varias comunidades enfrentan discriminación religiosa, falta de tierras u opresión generacional relacionada con el sistema de castas.
En la introducción de su exposición ”Calor desigual: Clima, género y casta en el sur de Asia”, la fotoperiodista dalit Bhumika Saraswati escribió que el calor es “una metáfora de la rabia latente, nacida de generaciones de subyugación”. Aunque las mujeres de las castas oprimidas son cruciales para nuestros sistemas alimentarios y el equilibrio ecológico prevaleciente, argumentó, siguen estando subrepresentadas en el discurso sobre el clima.
EN EL NORTE DE SRI LANKA, donde se habla tamil, los rangos superiores de la vida política, profesional y burocrática siguen dominados por miembros de la casta Vellalar, que es muy numerosa. Las mujeres que venden karavadu, o pescado seco, en Pesalai son un ejemplo de una comunidad subrepresentada.
Gabrielle Elisabeth produce pescado seco desde hace 35 años, mientras que Jesuthasan Rajeshwaray Parananthu hace el mismo trabajo desde hace casi tres décadas. Son parte de una comunidad católica muy unida a lo largo de la costa de Pesalai que repara redes, corta pescado, limpia cangrejos y produce y vende pescado seco. Hace unos 15 años, había entre 200 y 300 mujeres en el negocio del pescado seco, dijo Elisabeth, pero ahora hay menos. Uno de los problemas a los que se enfrentan es que hay menos pesca. La razón principal de esto es la pesca de arrastre de fondo, dijo ella, un método que destruye el coral en el fondo del océano y arruina los ecosistemas marinos, agotando eventualmente las poblaciones de peces. El segundo problema es el aumento de la temperatura del agua.
"Hace quince años, sabíamos qué especies de peces llegarían con qué vientos y en qué momento", dijo Elisabeth, "ya sea kumbala, pechalai o seraya ... Los peces llegaban en grandes cantidades; teníamos suficiente trabajo para mantenernos ocupados desde la mañana hasta la noche y suficientes ganancias para cubrir los gastos de nuestrxs hijxs". Pero ahora esto cambió, especialmente con el aumento de la inflación después de la crisis económica de Sri Lanka.
Elisabeth describió el calor de este año y del año pasado como "insoportable". "Golpea nuestro cuerpo, sube desde la arena", mencionó. "Y a veces no podemos quedarnos en nuestras casas". Agregó que las casas a lo largo de la costa son pequeñas, con techos bajos. Incluso si cubre su techo con paja –un aislante natural– su casa a veces sigue estando demasiado caliente. Lxs que no tienen ventiladores en sus casas salen a sentarse junto al mar. "El calor nos hace sentir enfermxs", dijo, y familias enteras se sienten "afiebradas". Cuando alguien de la familia se enferma, es llevadx a un hospital público. "No saber si los hospitales realmente protegerán a nuestras familias o no nos aterroriza", dijo Elisabeth, haciendo referencia a las prohibiciones a las importaciones de medicamentos y a la emigración de médicos al extranjero como resultado de la crisis económica.
En el caso del pescado seco, como en otras industrias, las lluvias inesperadas pueden dañar las perspectivas financieras de lxs productorxs. "Si el pescado se moja, entonces no nos sirve", dijo Rajeshwaray. "Bien podríamos devolverlo al mar". Hace cuatro o cinco años, las fuertes inundaciones provocaron que el agua de pozo y las aguas residuales se mezclaran en Pesalai. "Por eso, no podíamos beber el agua, ni usarla para lavarnos", dijo Elizabeth, señalando que algunxs residentes incluso fueron desplazadxs de sus hogares ancestrales.
Para lxs trabajadorxs de las salinas, la gestión de las altas temperaturas también forma parte del trabajo. National Salt Limited tiene 73 empleadxs permanentes en Mannar y en Elephant Pass y hasta 250 empleadxs temporales. Ha declarado públicamente su misión de proporcionar empleo a las comunidades vulnerables. Sus trabajadorxs, muchxs de ellos mujeres, limpian las salinas y, durante los períodos de cosecha, recolectan y transportan la sal. El progreso del proceso de producción de sal está determinado por el sol, el viento y las lluvias, dijo el gerente de la salina, Gayantha Thilakarathna. Cuanto más calor hace, más rápido se evapora el agua. "Las mujeres trabajan al aire libre bajo un sol muy, muy fuerte y un viento caliente", dijo. "Es un trabajo muy difícil". Cuando se le preguntó si las trabajadoras enfrentaban algún impacto en la salud, Thilakarathna mencionó que los bordes afilados de los cristales de sal y el agua caliente en las salinas podían ser peligrosos y explicó que las mujeres usan botas para protegerse. No estaba al tanto de ningún impacto en la salud aparte de estos.
Las mujeres que trabajan en las 66 hectáreas de salinas de Mannar suelen levantarse a las 4 de la mañana, se registran a las 6.30 y trabajan desde las 7 hasta las 2.30 de la tarde. Durante los meses más calientes, comienzan hasta cuatro horas antes, a las 3 de la madrugada, para evitar el calor extremo del mediodía. Asamta Vijeny y Kumar Augustinammah, quienes trabajan en las salinas desde hace 14 años, son dos de los 23 miembros permanentes del personal en las salinas de Mannar. "Este año y el año pasado hizo mucho más calor que otros años", dijo Vijeny. Agregó que, para manejar el calor, las mujeres toman descansos y beben mucha agua. En los días particularmente calientes, llevan vestidos de manga larga, sombreros y bufandas.
"A veces nos resulta difícil ver", acotó Augustinammah, posiblemente refiriéndose a los impactos del calor. Vijeny dijo que algunas mujeres tienen manchas rojas en su piel, para lo cual usan una crema. "Cuando hace mucho calor, nos sentimos agotadas y mareadas", dijo. Si alguien se desmaya, la llevan a una tienda cercana, la reaniman con agua y le piden que descanse. Si sigue sin poder trabajar, se le concede una licencia. Esto sucede una vez al año más o menos, dijo Vijeny, generalmente al personal que transporta la sal, que son trabajadorxs temporales y no están acostumbradxs al trabajo. Si están muy mal, son enviadxs al hospital y el personal permanente debe completar su trabajo.
La mayoría de lxs trabajadorxs de las salinas de Mannar son mujeres, mientras que la gestión es principalmente masculina. "Cuando tenemos nuestros períodos se hace difícil", dijo Vijeny. "Los oficiales aquí son todos caballeros, ¿verdad? Así que no siempre podemos decirles que nos encontramos en esta situación. A veces decimos que es un poco difícil soportar la carga y pedimos un trabajo diferente. Si están educados, entenderán y nos dejarán hacer un trabajo diferente. Siempre trabajamos tanto como podemos".
En el siglo XIX, las salinas eran lugares de trabajo en condiciones de servidumbre y lugares donde los convictos eran enviados a realizar trabajo forzado como castigo. A pesar de las duras condiciones laborales en las salinas hoy en día, las mujeres no pueden permitirse renunciar a los ingresos que les proporciona. A veces solo consiguen de 10 a 15 días de trabajo al mes. Si llueve, las trabajadoras estacionales regresan a casa sin salario. "Sin sal, no conseguimos trabajo", dijo Vijeny, refiriéndose a la falta de oportunidades económicas para las mujeres, que es mayor en el norte. "Así que venimos aquí y nos quejamos hasta que nos dan trabajo".
Las salinas se están promocionando en el norte y el este de Sri Lanka, regiones afectadas por la guerra, como formas de proporcionar empleo a los jóvenes y aumentar la producción de sal del país. Pero, al igual que en las industrias de las algas, los anacardos y el pescado seco, las lluvias impredecibles o intensas alimentadas por la crisis climática pueden devastar la producción. Después de que las fuertes lluvias o la mala gestión en 2023 y 2024 provocaran una disminución del 40 por ciento en la producción y una escasez de sal en todo el país, Sri Lanka importó 30 000 toneladas métricas de sal de India. Aunque la salina de Mannar tiene un objetivo de producción anual de 6 000 toneladas métricas, su producción desde 2021 ha sido de alrededor de la mitad. "Podríamos aumentar la producción si pudiéramos predecir la cantidad de lluvia con mayor precisión y con más anticipación", dijo Thilakarathna, resaltando que reciben datos del Departamento Meteorológico "hasta cierto punto", y que dependen principalmente de sitios web como weather.com o accuweather.com.
La falta de confianza en los datos y pronósticos del Departamento Meteorológico es generalizada, especialmente después de que no pudo predecir una tormenta que mató a 29 personas en 2011 y otra que mató a más de 200 personas en 2017. Warnasooriya dijo que como el Departamento trabaja principalmente a nivel nacional y distrital, no evalúa cómo percibe por el público la información, ni supervisa cómo se utilizan sus pronósticos.
A pesar de los riesgos potenciales para la salud que enfrentan por el calor extremo, pocas mujeres en el norte conocen el plan de acción sanitario del gobierno contra el calor ni han leído las directrices para evitar el golpe de calor emitidas por el Ministerio de Salud. Aun así, una buena política –como la reciente propuesta sobre horarios de trabajo flexibles y los avisos de calor emitidos por el gobierno– puede ayudar a lxs trabajadorxs a adaptarse. Es fundamental que Sri Lanka adopte una política sensible en sus intentos de diversificar sus exportaciones y mejorar la participación laboral femenina para intentar salir de la crisis económica.
Para las mujeres de la Provincia del Norte que procesan anacardos, cultivan algas, secan pescado, cosechan sal y sostienen a sus familias e industrias con trabajo doméstico y de cuidado no pagados, renunciar al trabajo debido al calor extremo es un lujo inasequible. "Sin esta industria, tendremos que volver a beber kanji", dijo Maria Prashanthani, la cultivadora de algas. El kanji, una papilla de arroz y agua, era a menudo todo lo que había para comer para lxs reunidxs en el Vanni durante las violentas últimas fases de la guerra. Amala Junastina añadió: "Pero incluso para el kanji se necesitan recursos, ¿no?"
Esta historia fue producida con el apoyo de Earth Journalism Network de Internews.
Amita Arudpragasam es una escritora, investigadora y analista política independiente de Sri Lanka.
Foto: Amita Arudpragasam. Las cultivadoras de algas marinas Maria Prashanthani y Amala Junastina trabajando en Valaipadu, Pooneryn. Las mujeres que trabajan en la producción de alimentos en la provincia septentrional de Sri Lanka son las más afectadas por el calor extremo, que reduce sus ingresos debido a la disminución de las cosechas y les causa problemas de salud, como calambres, síncopes por calor, dolores de cabeza y erupciones cutáneas.
Translated by Amanda Urbina, Jimena Glasman, and ProZ Pro Bono.
Traducido por Amanda Urbina, Jimena Glasman y ProZ Pro Bono.